A
ver,
Había una vez una cabra que vivía en un lugar donde los cuentos no siempre acaban comiendo perdices.
En el reino animal, los dramas son tan cotidianos como en cualquier oficina repleta de cubículos y máquinas de café.
Hoy, te traigo una historia que podría ser perfectamente la trama de una telenovela barata.
Pero que esconde una moraleja potente sobre la importancia del asesoramiento.
Ingredientes clave para no acabar en la barriga de tus problemas... o de un caimán.
Era un día soleado en el pantano.
Donde vivía un caimán particularmente audaz.
Este no era un caimán cualquiera.
Era el tipo de caimán que creía saberlo todo.
Tenía experiencia.
Dientes afilados.
Y cero paciencias para segundas opiniones.
Cerca de este pantano vivía una cabra.
No cualquier cabra.
Una cabra curiosa.
Imprudente.
Y con una afición por explorar territorios peligrosos.
Un día, movida por la curiosidad y quizás por un leve toque de rebeldía o locura.
La cabra se aventuró al pantano,
A pesar de las leyendas y advertencias.
El caimán, al ver a la cabra tan despreocupada.
Dijo.
¡Bingo!
Almuerzo servido".
Sin embargo, antes de que pudiera planear su ataque, la cabra se acercó con una propuesta de conversación.
Oye, amigo caimán.
Dijo la cabra con una sonrisa inocente.
He oído hablar de ti, que eres el rey de este pantano y que sabes un montón sobre la supervivencia aquí.
Verás, yo he aprendido que dos cabezas piensan mejor que una.
Incluso si una de esas cabezas tiene cuernos y toma hierva
y la otra tiene mandíbulas que pueden partir cocos.
El caimán, se rio.
¿Para qué?
Soy el caimán más grande y fuerte de este lugar.
No necesito consejos para resolver mis problemas.
Y así, sin más deliberación ni una pizca de humildad, el caimán se abalanzó sobre la cabra y se la comió en un plis plas.
Si.
En un plis.
Y en un Plas.
Plis, plas.
Problema resuelto.
¿O no?
El caimán, aunque sació su hambre momentánea.
No ganó nada a largo plazo.
Siguió siendo el temido caimán.
Incomprendido.
Y despreciado por los demás animales del pantano.
La moraleja de esta historia la puedes aplicar tanto en pantanos como en tu vida.
La autosuficiencia es valiosa, pero la colaboración el asesoramiento pueden ser tus mayores aliados en la búsqueda de soluciones duraderas y efectivas.
Consultar no te hace débil.
Te hace inteligente.
Te permite ver ángulos que tus ojos solos quizás nunca verían.
Recuerda: consulta, colabora y nunca subestimes el poder de un buen consejo.
Podría ser la diferencia entre devorar tus problemas o ser devorado por ellos.